Viva Las Vegas!

En el artículo de hace unos días os dejé con que a las 7:25 habíamos llegado al aeropuerto. Nuestra terminal era la 1 y, por primera vez desde que empezamos la carrera, tuvimos suerte y era la primera en la que paraba. Salimos pitando del autobús y no paramos hasta que llegamos al mostrador de Continental Airlines. Sofocaos nos pusimos a sacarnos el billete en las máquinas (los aeropuertos de aquí están llenos de máquinas de estas y ya no tienen la típica pantalla con el destino del vuelo que se está facturando), pero de los nervios no acertábamos las teclas, así que pedimos ayuda a los de detrás del mostrador (no sé cómo se llaman). Una de ellas nos intentaba tranquilizar con un "Tranquilos, aún tenéis tiempo". ¿Tranquilos? ¡Dame mi billete yaaaa!

Billete en mano, corrimos a pasar el control, que aquí se las trae, hasta las zapatillas te tienes que quitar. Una vez lo pasamos, ya nos quedamos más tranquilos. Buscamos la puerta y resultó que aún no habían empezado el embarque. Score! Ahora ya podemos decir que una vez llegamos al aeropuerto media hora antes de que saliera el avión y lo cogimos. Ya no hace falta pasar por esta mala situación nunca más [¡por favor!].


El vuelo fue muy corto; en menos de una hora ya estábamos en Las Vegas. Desde el avión se reconocía The Strip y varios de los hoteles más famosos. Incluso cuando el avión ya había aterrizado, desde él podíamos ver varios de los hoteles. Y ¿qué te encuentras en Las Vegas nada más salir del avión? ¡Máquinas tragaperras! Para que sepas dónde estás. Máquinas tragaperras por todos los sitios. No entré al baño del aeropuerto, pero me apuesto lo que sea a que tambíen había algunas.

Y ¿qué te encuentras en Las Vegas en la puerta del aeropuerto? ¡Limusinas! Pero se nos iba del presupuesto. Nosotros con un minibus que nos llevara al hotel teníamos bastante. El nuestro, el Circus Circus, estaba casi al final de la avenida (con respecto al aeropuerto). Nos instalamos en la habitación [creo que es la más grande en la que he estado], descansamos un poco y nos fuimos a descubrir nuestro hotelito. Solo diré ¡menudo hotel! ¿Habéis visto alguna vez un parque de atracciones dentro de un hotel? ¿No? Pues id al Circus Circus. Es increíble. Montones de tiendas, restaurantes, puestecitos y, por supuesto, un casino. Todo eso en el mismo hotel. Aunque eso era solo el principio de nuestros descubrimientos. Ese día nos fuimos a dormir relativamente pronto.

El día siguiente nos recorrimos toda la avenida. Bueno, casi toda. Salimos desde nuestro hotel y paramos en un centro comercial a desayunar y hacer un poco de shopping, que Macy's tiene rebajas muy interesantes. Después continuamos con nuestro paseo. Por el camino nos encontramos con el Treasure Island, el Venetian, el Mirage, el Caesars Palace, el Flamingo, el Bellagio, el Paris, el Monte Carlo, el New York New York, el MGM Grand, el Excalibur... llegamos hasta el Luxor. No os voy a describir todos los hoteles, porque esto se haría interminable. Solo os diré que la mayoría tienen reproducciones de los lugares que representan (el Venetian tiene la plaza, la torre, incluso los canales con sus góndolas y gondoleros; el Caesar's Palace tiene el Coliseo y la Fontana di Trevi, entre otras cosas; el Paris la Torre Eiffel y el Arco del Triunfo; el New York New York tiene los edificios más famosos de la ciudad; y así el resto de los hoteles). Volvimos al nuestro en el double-deker de The Strip (no estábamos para desandar el camino, que ya llevábamos unos cuantos días andando y los pies se resentían).

Como ya era habitual, cenamos, descansamos un poco y nos fuimos por ahí. Teníamos que montarnos en la montaña rusa del hotel sí o sí. Aunque fuéramos los únicos de la cola mayores de 16 años. Casi nos hacía más ilusión a nosotros que a ellos. La verdad es que para ser una montaña rusa dentro de un hotel, no está nada mal, tiene sus loopings y todo. 

De ahí, margarita "gigante" en mano (Las Vegas mola porque no te piden ni DNI ni nada para pedir bebidas, jugar...), nos fuimos al Bellagio, a ver el espectáculo de la fuente, que consiste en una coreografía de chorros de agua combinados con la música. Lo hacen por la noche, cada quince minutos y la canción cambia cada vez. Es precioso; un must si vas a Las Vegas.

Después de eso y de dar un par de vueltas más, nos volvimos al hotel, a dormir. Eso sí, antes pasamos por una ruleta, a perder unos pocos dólares y, ya de paso, a ver un espectáculo de acróbatas en "el techo" del casino.

Al día siguiente nos cambiamos de hotel. Se nos ocurrió la idea de que ¿por qué estar en un hotel solo, si podemos estar en dos? Teníamos una habitación reservada en el Luxor, y allá que nos fuimos. ¡OMG, qué hotel! ¡Es enorme! La habitación, que nos tocó en la parte de la pirámide, era grande y estaba decorada con motivos egipcios. Y las camas... ¡qué cómodas! Qué lujo y solo por 40 dólares la noche (entre 3).

Después de instalarnos y comer (en el McDonald's del hotel) nos fuimos a la famosa señal de Las Vegas. Para hacerse las fotos había que hacer cola y todo. Luego nos fuimos a uno de los outlet. Menos mal que íbamos mal de presupuesto, porque si no las tarjetas de crédito habrían temblado... mucho. Nos volvimos al hotel. Mario y yo teníamos intención de ir a pegar tiros (sí, tal cual) mientras Juanan jugaba un torneo de poker (que acabó ganando), pero los cajeros no estaban de nuestro lado y no quisieron darnos cash para el taxi. Bueno, otra vez será.

Descansamos un poco más (sí, no parábamos de descansar, pero no os imagináis cómo estábamos después de 4 días sin parar de andar) y cuando Juanan acabó el torneo, nos fuimos a por la cena. De ahí, a dar nuestra última vuelta por la ciudad, bueno, más bien por la avenida. La última parada de la noche, antes de volver al hotel, fue el MGM Grand. Nuestra aventura en la gran ciudad estaba llegando a su fin.

Dormimos un poco [¡qué lástima, con lo cómodas que eran las camas del Luxor!] y a las 5 de la mañana de pie, que nuestro vuelo salía a las 7. Esta vez no nos iba a faltar tiempo. El viaje de vuelta fue bien, sin incidentes. Hicimos escala en Cleveland y llegamos a Buffalo sobre las 5 de la tarde. Fuimos a coger el coche que teníamos reservado y aquí vino la última sorpresa del viaje. No nos iban a dar el coche que habíamos pedido. Tenían que devolver uno a Hornell (el pueblo de aquí al lado) y nosotros íbamos a ser los encargados de hacerles el favor. ¿Qué coche tenían que devolver? Pues nada en especial, un ¡Ford Mustang descapotable! Sí señor. O Enterprise es así con todos los clientes o somos los más afortunados del mundo a la hora de alquilar coches, porque siempre que hemos alquilado un coche nos han dado uno mejor y por el mismo precio.

Pues bien. El viaje en el Mustang transcurrió sin incidentes. Llegamos a Alfred sobre las 8 de la noche. Se acababa el que hacía unos meses habíamos bautizado como "EL VIAJE". Y sí, la verdad es que todo lo que nos pasó fue digno de ese título. Vimos un montón de cosas y nos lo pasamos muy bien. Valió la pena lo invertido.

Ahora ya nos queda poquito por aquí, en una semanita estaremos volando a España. No sé si escribiré algo antes de irme, si es así, lo sabréis. Hasta la próxima y ¡Viva Las Vegas!

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