Empire State of Mind II

A principios de noviembre, en un fin de semana como otro cualquiera, los cuatro españoles de Alfred decidieron salir de la rutina. Un amigo de Juanan estaba exponiendo algunos de sus cuadros de arte fractal en una galería de Nueva York (qué caché) y con él se vino toda la familia. A Juanan le hacía ilusión encontrarse con sus amigos y tras insistirnos (la verdad es que no mucho), decidimos irnos todos a ¡New York City! Otra vez, que ya estuvimos en Nueva York hace unos meses.

Bueno, pues pensat i fet. Reservamos el hotel (en Chinatown) y alquilamos el coche (nos van a tener que hacer clientes VIP). El viernes, pasado el medio día, cuando ya habíamos acabado todos las clases, nos pusimos rumbo a la isla; eso sí, con la trayectoria sacada de Google Maps en mano (qué poco le queda a los mapas tradionales). Ya le vamos cogiendo el truco a la señalización de las carreteras estadounidenses. La verdad es que no es tan difícil, pero eso sí, si no conoces la zona, te pierdes, seguro. Tras unas 5 horas de viaje (¡ojo! sin perdernos) y después de haber pisado 3 estados (Pensilvania, New Jersey y Nueva York, en el que ya estábamos, pero también cuenta (XD)) llegamos a la gran ciudad (pagando los peajes correspondientes, claro... se ve que aquí aún se lleva eso del pontazgo). 

Ahora solo faltaba encontrar el parking que habíamos reservado, que estaba en Queens, cerca de JFK. Íbamos bien, ya casi estábamos cuando una señal en la que ponía I-95 nos llevó a la I-80 y algo. Ya está. Si es que no podemos coger el coche y llegar a la primera a ningún sitio. Nos pusimos a dar vueltas por las afueras de Manhattan, a ver si por casualidad encontrábamos la I-95. Nada, como era de esperar, no funcionó. La única solución que nos quedaba era preguntarle a alguien. Lo malo era que la gente que veíamos no nos inspiraba confianza... ¡ni que estuviéramos en el Bronx! Pues sí, de tanta vuelta que dimos, habíamos acabado en uno de los barrios con más mala fama del mundo. A ver quién es el listo que pregunta algo ahí. Pues nosotros. ¡Sí señor! Que no se diga que los españoles no se atreven. 

Aparcamos el coche al lado de una comisaría de policía que nos encontramos y le pedimos indicaciones a un agente. ¿Qué? ¿Preguntamos o no preguntamos? Seguimos las indicaciones y llegamos a la calle del parking. (No sé cuál era más larga, si esa o Dundas Street.) ¿Que encontrábamos el parking? ¡Estaba más camuflado que los hoteles de Toronto! Paramos a poner gasolina, porque hacía rato que íbamos en reserva y de paso preguntamos por dónde paraba. No tubimos suerte, así que preguntamos en un parking cercano, donde sí que nos indicaron bien. Al poco, lo encontramos ¡Por fin! 

 De ahí nos llevaron al aeropuerto. Cogimos un "tren" que va solo y que te lleva al metro. Luego nos subimos al metro y tras casi una hora de viaje, llegamos a Chinatown, donde estaba nuestro hotel. Nos temíamos lo peor, pero no estaba mal. Descargamos y esperamos a que llegara el amigo de Juanan. Salimos un rato esa noche. Bea y yo nos volvimos antes al hotel. Nos esperaba una sorpresa. Cuando intentamos abrir la puerta de la habitación, no podíamos. Resulta que el "pestillo" se había cerrado solo. Nos tocó malpasar la noche en otra habitación. Al día siguiente nos dedicamos al "turismo". 

Por la mañana y tras pasar por Little Italy, nos fuimos a ver la exposición de arte, que estaba en la otra punta de la ciudad, como aquel que dice. Luego nos reunimos con la familia entera del amigo de Juanan. Nos fuimos a comer; Mario y yo a Popeyes (otra cadena de fast food, tipo KFC), que era más barato. Más tarde nos reunimos todos en la puerta del Rockefeller. La pista de patinaje ya estaba montada y ya había gente demostrando sus habilidades artísticas y también cayéndose al suelo. Faltaba el árbol, pero cuando volvamos en unas semanas ya estará (eso esperamos). Subimos al Rockefeller, que resulta que es el edificio de la NBC, no lo sabía yo eso. Se podía subir a tres niveles. Se veía toda la ciudad. La estampa era muy bonita...y también hacía mucho frío.
Cuando acabamos de disfrutar de las vistas, nos volvimos a separar y después de hacer un poco de shopping, nos fuimos a cenar a nuestro Wendy's de enfrente del Madison Square Garden. Cuando acabamos nos acercamos al hotel del amigo de Juanan y empezamos "la fiesta" ahí. Se empezó a animar la cosa y se íban a algún pub o algo, pero Bea y yo nos fuimos al hotel. Teníamos la intención de levantarnos pronto para ir a ver el Maratón. La intención se esfumó a las 8 de la mañana siguiente cuando sonó el despertador. Ya si eso otro año lo vemos. 

Se hizo la hora del check-out y nos fuimos hacia el aeropuerto; mismo recorrido que dos días antes, pero a la inversa (por lo meos vimos una calle del maratón mientras íbamos en metro). Cuando llegamos comimos algo y luego vinieron a por nosotros los del parking. Otras cinco horas y pico en coche hasta llegar a Alfred.

Para demostrarle a Mario que sí que hay un Taco Bell en Alfred (aunque no me extraña que no se lo creyera), fuimos a comprar la cena ahí. Y así acabó un fin de semana fuera de lo normal y fuera de la rutina alfrediana. Pero para viaje fuera de la rutina, el que nos hemos pegado en Thanksgiving. Estad atentos, que os lo contaré en próximos artículos.

Comentarios

Entradas populares de este blog

My Kind of Town

Porompompero

Un final made in Hollywood