My Kind of Town

Hace unos días fue el mid-term break, que coincidió con puente del Pilar, y no nos podíamos quedar en Alfred cuatro días sin hacer nada, así que nos pusimos manos a la obra en búsqueda de un destino. En un principio, íbamos a ir a Washington DC, pero los precios de los vuelos subieron demasiado. Miramos qué tal estaba Boston y parecía una buena idea, pero nos esperamos demasiado y los precios también subieron. La cosa se complicaba, pero lo que fuera menos quedarnos aquí. Y tampoco íbamos a ir a Nueva York otra vez... 

Así que, a consultar Google Maps y a ver ciudades cercanas. Apareció Chicago, relativamente cerca. Los vuelos eran más asequibles, pero encontramos una opción más barata aún: ¡el tren! Y con el ISIC teníamos descuento (nos costó unos 122 dólares el round trip).

La verdad es que el viaje era largo (11 horas), pero como era de noche, no se nos iba a hacer tan pesado. Nuestro tren era el Lake Shore Limited

La trayectoria completa es desde Boston o Nueva York hasta Chicago, lo que son unos 1593 km o cerca de 1637, respectivamente; pero la nuestra, desde Buffalo hasta Chicago eran 850 km, que no eran pocos ni mucho menos.

Para desplazarnos hasta y desde Buffalo alquilamos un coche, que nos salía mejor de precio que el autobús que habilitaba la universidad (35 dólares solo ida). El viernes después de comer, salimos rumbo a Buffalo. Hicimos un poco de shopping en un super mall que nos encontramos por el camino, cerca del aeropuerto; donde, ya que estábamos, cenamos.

Se suponía que nuestro tren pasaba a las 12 de la noche, pero se retrasó casi tres cuartos de hora. No tuvimos la suerte de tener dos asientos para cada uno, así que nos tuvimos que esperar a que nuestro vecino se bajara antes que nosotros (si es que teníamos esa suerte) para dormir un poco más cómodos.

Después de más de 11 horas de viaje y pasar por las vías de tres estados, llegamos a Chicago pasadas las 12 del mediodía del sábado (y eso que en Chicago es una hora menos que en Nueva York). Ahora teníamos que encontrar el hotel. Solo diré que nuestra suerte con los hoteles seguía por el mismo camino que tuvo en Toronto. Cogimos el metro y nos bajamos en la parada que nos dejaba más cerca del hotel (supuestamente). Preguntamos a dos mujeres mayores hacia dónde teníamos que ir y nos indicaron (supuestamente). Pasados unos 15 minutos nos pareció raro que no nos encontráramos con ninguna calle de nuestro mapa, así que volvimos a preguntar. La gente nos decía que íbamos bien (supuestamente). Pues nada, a seguir andando. Cuando ya no podíamos más, preguntamos a un joven que pasaba por ahí y ¡sorpresa! No sabía dónde estaba el hotel, pero sabía seguro que por esa zona no. La única opción que nos quedaba era coger un taxi. 

Tras más de un cuarto de hora en el taxi y un paseo por la autopista, llegamos al hotel, que estaba nada más y nada menos que a una parada del aeropuerto; a la otra punta, vamos; no estaba ni en Chicago. Por lo menos la habitación estaba bien. Y molaba, porque era un motel de los típicos que salen en las películas, de esos en los que muere gente.

Para poder llegar al centro teníamos que coger un taxi hasta el metro y de ahí un buen rato de viaje, algo así como de Roca a Sagunto. Y para volver lo mismo. Lo bueno es que esa línea (la azul) tenía metros todo el día y, además, nos compramos un bono de viajes ilimitados durante 3 días por 14 dólares (lo que es muy recomendable, porque también sirve para el autobús y con eso llegas a cualquier sitio de la ciudad).

Bueno, pues el primer día, entre unas cosas y otras, no lo aprovechamos mucho. Después de instalarnos nos fuimos al centro. He de decir que en Chicago hay muchos polacos. O eso, o son muy forofos, porque había un partido amistoso de fútbol (del nuestro, no del americano) y no hacíamos más que encontrarnos a hinchas con los colores de su bandera. En fin, buscamos la Water Tower, que es el centro comercial más conocido, aunque no muy grande, y a comprar un poco. 

Después de eso nos fuimos a cenar. Nuestra intención era ir a Hard Rock Caffé, pero llegamos tarde y ya no pudimos entrar (es que aquí ir a cenar a las 9 de la noche es ir tarde); así que nos fuimos a un restaurante que había enfrente. Ese finde era el de Homecoming en los institutos y esa noche lo notamos. En un momento nos vimos rodeados de adolescentes borrachos (pa que luego digan que hasta los 21 no se bebe) saliendo de limusinas o autobuses y haciendo cola para pedirse una hamburguesa (eso que en España, cuando te vas de fiesta, se suele hacer a las 7 de la mañana). Sí, iban vestidos como en las películas: las chicas con vestidos y una pulsera con un floripondio y los chicos con traje y un floripondio, a conjunto con el de la chica (su date), en la solapa de la americana.

No sé si fue porque coincidió con Homecoming, pero Chicago es la ciudad con más limusinas por metro cuadrado; ni Nueva York ni na. Además, que el resto de noches también vimos unas cuantas.

De ahí nos fuimos para el hotel. Al día siguiente teníamos que aprovechar, que Chicago es una ciudad muy grande y tiene muchas cosas que ver. 

La primera parada del día fue, sin duda, la Torre Willis (llamada Torre Sears hasta hace poco). Las vistas de Chicago desde 103 pisos de altura no están mal y salir a un balcón de cristal tampoco. ¡Qué yuyu!

Por cierto, ese día era 10/10/10 y tal fecha tenía que tener un evento importante. Le tocó al maratón de Chicago. Era como ir por Valencia cuando se acaba la Volta a peu, llena de gente con ropa “deportiva” y bebidas energéticas.

La siguiente parada fue gastronómica. Fuimos a un restaurante a comer el plato típico de la ciudad. 

No, no son hamburguesas con alguna salsa especial, es una pizza conocida como deep dish. Para describirla solo os puedo dejar la foto y deciros que está buenísima y que no fuimos capaces de acabárnosla entera.

Ya con la tripa llena nos dirigimos al planetario, donde habíamos oído que podríamos disfrutar de las mejores vistas de la ciudad. No habíamos oído mal. Es como ver una postal. Además, llegamos en el momento justo del anochecer y pudimos ver como se iba la luz del sol y se encendían las de los edificios. Nos habríamos quedado ahí muuuucho tiempo, pero no podíamos.


Nos fuimos al Parque Millennium y de camino nos encontramos con la famosa señal del teatro Chicago. En el parque solo pudimos ver la Cloud Gate, porque se nos hacía tarde para cenar. Esta vez si que llegamos al Hard Rock. Teníamos la esperanza de poder utilizar nuestro querido ISIC y comer por un módico precio, pero no tuvimos esa suerte. De ahí nos fuimos al Navy Pier, pero ya sabéis cómo son aquí con los horarios. Estaba todo cerrado. Solo pudimos entrar a la tienda de Bubba Gump (“basada” en la película de Forest Gump). Después, nos fuimos al hotel.

El día siguiente, el último que íbamos a pasar en la ciudad de Al Capone, sí que pusimos el turbo. Dejamos las maletas en las consignas de la estación y, con las manos vacías, empezamos el recorrido. Primera parada (en realidad estábamos en ella): las famosas escaleras de Union Station que salen en la película de Los intocables de Elliot Ness.

Después nos fuimos casi a la otra punta, a The Field Museum. Ahí tenían (y tienen) a Sue, el tiranosaurius rex más completo del mundo. Por cierto, que sepáis que McDonnald's pagó para que se hiciera, por eso no es de extrañar que haya un restaurante en el mismo museo. Ahí acabó mi racha de dos meses sin comer en McDonnald's (y estando en USA, que ya es decir). 

Después de ver unas cuantas momias, volvimos al Parque Millennium, pasando antes, eso sí, por la Buckinham Fountain. Nos hicimos la sesión de fotos en la Cloud Gate (que de día mejora), vimos la Crown Fountain (que en ese momento de fountain nada, no salía agua por ningún sitio [¬¬]) y el Jay Pritzker Pavilion (donde hacen conciertos todos los fines de semana). 

De ahí, a ver arte español por las calles de la tercera ciudad más grande de Estados Unidos. Resulta que tienen una escultura de Picasso y una de Miró en una plaza del centro; bueno, la de Picasso está en la plaza, la de Miró está un poquito menos visible.

Luego nos fuimos a un garito en el que se podía fumar shisha (nuestro amigo turco tenía mono). De ahí volvimos a la estación, cenamos, cogimos nuestras maletas y a buscar el andén. Nos quedaban escasos minutos en la ciudad y un largo camino por delante.

En esta ocasión, la primera parada del recorrido era Chicago, así que teníamos que aprovechar y coger dos asientos para poder dormir conforme Déu mana. Esto quiere decir: apaláncate las dos mini almohadas, reclina los respaldos, túmbate en posición fetal ocupando los dos asientos y haz como que estás durmiendo. A veces funciona, otras pasa el revisor y te fastidia el plan. Sin embargo, yo tuve suerte. No se sentó nadie a mi lado en todo el trayecto. Pude montarme mi tren cinema y luego dormir “a gusto”. Esta vez el viaje se hizo más corto.

Cuando llegamos a Buffalo, sobre las 9 de la mañana, desayunamos en un Tim Hartons (cuando estuvimos en Canadá nos lo recomendaron) y pusimos rumbo a Alfred. Descargamos los trastos, comimos y nos fuimos a devolver el coche. Los de la empresa a la que le alquilamos el coche, mu majos ellos, nos hicieron el favor de acercarnos a casa, que no está al lado, precisamente.

Bueno, y así acabó nuestro viaje a Chicago. La verdad es que cuando estas allí y cuando acabas de volver no te das cuenta, pero con el tiempo empiezas a notar que la ciudad te gustó. De hecho, creo que la pondría en lo alto de mi lista de ciudades favoritas, detrás de San Francisco, claro.

Tenemos planeado otro viaje para Thanksgiving y va a ser de los buenos. Mientras tanto, seguiremos con nuestra vida alfrediana, a la que poco a poco nos vamos acostumbrando y yo diría, incluso, que nos va gustando.

Comentarios

  1. VVAANNEESSAA!!! q taaaaaaal?!?!?! (esto va gritado, por si no sa notado...) Veo q estas moviendote muxo, eso significa q vas a traerme muxos llaveros no?...XD! X CIERTO!!! q sepas q me e metido a studiar psicologia al final, asi q preparate para mi sutil maltrato psicologico JAJAJAJAJAJAJA! (sto es una risa malevola e!).Q va hombre, q soi buena persona y ademas paso de trabajar de gratis.Pos nada vane, espero q todo t vaya de lujo, yo sigo aqi muriendome de nvidia cada vez q leo tus actualizacions...pero no pasa nada xq esta noxe nos vamos d fiesta (fiestaaaaaaaaa!!!!!) y con J.C. todo se olvida. cuidate muxo guiriiiiiiiiiiiii!!!! 1beso

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