Empire State of Mind

Lo primero que hicimos después de “instalarnos” en el apartamento fue ir a comprar lo básico para sobrevivir un par de días. Luego cogimos la cámara y salimos a ver lo que Nueva York nos ofrecía. 

Nuestro pisito estaba en la calle 59, entre la 2.ª y la 3.ª avenida, por lo que estaba bastante “cerca” del centro. Empezamos a andar por nuestra calle y topamos con la tienda oficial de los Yankees (en la que, por cierto, vendían batamantas del equipo). También nos encontramos con un Bloomingdale's (el Corte Inglés americano), un Louis Vuitton... hasta un Zara vimos.

Un poco más adelante, en medio de una plaza, se alzaba una estructura de cristal que delataba su origen con una manzana mordida en el centro. Sí, la tienda de Apple. Había más gente que en Stradivarius en una tarde de las rebajas.

Justo enfrente empezaba Central Park. Nos adentramos en él. Se notaba el olor “a verde”. Había gente corriendo o a haciendo cualquier otro ejercicio; lagos, estatuas, monumentos, calles, ¡semáforos!... de todo. 

Estuvimos andando hasta que anocheció, pero no llegamos ni a la mitad del parque. Nos fuimos para casa; había que descansar bien. Antes de dormir preparamos un plan para aprovechar mejor el día. 

El viernes empezó con una visita a la sede de la ONU. Estuvimos a punto de entrar a las salas donde hacen las conferencias, con las cabinas para l@s intérpretes, pero el siguiente tour era demasiado tarde. [Queda pendiente para diciembre.] Seguimos nuestro “paseo”.

Justo enfrente se encontraba el Edificio Chrysler [nos costó un poco aclararnos entre el Chrysler y el Empire State, pero ahora ya somos unos "expertos"]. Entramos, pero no pudimos subir. Nos fuimos en busca del Empire State, pero es una tarea difícil saber cuál es desde el suelo, ya que no se ve la punta por más que levantes la cabeza; como mucho consigues una tendinitis. 

Andando y sin darnos cuenta acabamos en la 5.ª Avenida de turismo total viendo tiendas. Llegamos a Rockefeller Plaza, que ahora no es tan bonita como esperábamos. Consiste en una terraza para un par de restaurantes y una fuente con la estatua de Prometeo. Ni pista de patinaje ni árbol. Ya tendremos ocasión de verlo cuando volvamos en diciembre. 

Para darle un poco más de tiempo a Mario (que estaba de camino), entramos en la tienda de Lego. Tenían todos los edificios, monumentos, iconos, etc. de la ciudad en miniatura. Increíble. Empezamos la marcha hacia Grand Central. Decidimos entrar, para preguntar por los billetes de autobús a Alfred (que no los vendían ahí). No he visto una estación de trenes igual en mi vida. Vale, a lo mejor si la comparo con la de Castellón o Valencia se nota la diferencia, pero... Por cierto, justo detrás de la estación está el MetLife building [¡dichoso Prácticum! Me perseguía por toda la ciudad].

Por fin llegó Mario. Lo acompañamos al apartamento y ya que estábamos allí comimos algo para coger fuerzas. Aún nos quedaba toda la noche y parte de la tarde. Nos encaminamos a Broadway, con la intención de recorrerla y llegar a Times Square. 

Por el camino nos encontramos a un grupo de niños que esperaba en la puerta de un hotel. En ese momento salió alguien y fueron todos a pedirle autógrafos y a hacerse fotos. Nosotros, sin saber quién era, los imitamos. Más tarde descubrimos que nos habíamos hecho una foto con Kevin Durant, jugador de la selección estadounidense de baloncesto y de los Thunders de Oklahoma City. 

Tras el momento “qué-chupi-guay-me-he-encontrado-con-un-famoso-en-Nueva-York” seguimos andando y cuando divisamos las luces de Times Square nos desviamos en el camino. Poco a poco, conforme nos íbamos acercando, se iba haciendo de día. Nos dimos un paseo por la tienda [peazo tienda] de M&M's y por fin llegamos a la plaza más famosa del mundo. 

Describirlo con palabras es casi imposible. Luces y más luces, anuncios, montones de gente, tiendas, policías, edificios altos, más luces... Todo te hace sentir pequeño, casi enano. Hay que estar ahí para saber qué se siente. 

Aparte de todo eso, había unas escaleras rojas, llenas de gente. De repente, en ellas, apareció un grupo de animadores (¿?) asiáticos que empezaron a bailar y a cantar. Aquí todo es posible. También nos encontramos con una estatua que representa la famosa foto del beso (de Alfred Eisenstadt) que se convirtió en un icono del fin de la Segunda Guerra Mundial.

Después de recorrernos la plaza, nos desviamos por una calle, la más iluminada que encontramos. En ella estaba el museo de cera, con Whoopi Goldberg en la puerta. Seguimos y nos topamos con la estación de autobuses; ya la teníamos localizada para comprar los billetes. 

Decidimos, entonces, buscar algo para comer. Mario iba en busca de un Wendy's y sin darnos cuenta el Empire State se plantó delante de nosotros. De noche se reconocía mejor por las luces, que en esta ocasión eran de la bandera de la India (para celebrar el 30.º Día de la República India). 

Después de hacernos un par de fotos, cogimos el metro [o la sauna móvil, aún no tengo clara la diferencia] y nos fuimos a casa. Estábamos agotados. El día siguiente también fue largo. La primera parada de la mañana fue Wall Street, aunque nos quedamos con las ganas de entrar a hacer negocios. A continuación, nos fuimos en busca del toro de Wall Street. Nos costó encontrarlo, pero dimos con él. Esperemos que nos dé suerte. 

Más tarde andamos hasta donde vendían las entradas para el crucero que te lleva a la estatua de la Libertad. “Pagamos la novatada”. La cola era más larga que el trayecto a la estatua en sí. A decir verdad, nos benefició, porque encontramos un Water Taxi que hacía un crucero nocturno muy tentador. Lo fichamos para comprar los tickets más tarde. Mientras tanto andamos en busca del World Trade Center (la Zona Cero). Es difícil imaginar que hace casi 9 años ahí mismo había dos torres de más de 400 metros, además de otros 5 edificios. 

Después de comer, en Wendy's por supuesto, y de comprar los billetes de autobús, cogimos el metro en dirección a Brooklyn. Nos recorrimos los 1825 metros del puente de vuelta a Manhattan. Las vistas de la ciudad eran de lo mejor.

Se nos hacía tarde, por lo que compramos los tickets para el New York Water Taxi en el Pier 17. Hicimos un buen descubrimiento: una especie de playa artificial con vistas al puente donde acabamos matando el tiempo.


Un rato después: ¡crucero! Nos llevó por el río Hudson, por Liberty City Island (donde está la estatua de la Libertad), por el Brooklyn Bridge... todo eso con una música de fondo que lo hacía incluso mejor: el himno nacional, New York, New York (de Frank Sinatra)... Los cuatro coincidimos en que fue, casi con seguridad, lo mejor de nuestros días en Nueva York. 

Después de eso, el día acabó pronto. Cena, partida de billar y a casa [con los pies insensibles del dolor]. 

Al día siguiente cogimos el bus (por los pelos) que nos trajo a Alfred, pero eso ya es otra historia (que puedes leer aquí). Os dejo un enlace al vídeo en el que aparecen la mayoría de los sitios que pudimos visitar y que, además, nos sirvió de ayuda para hacer el plan. Se ha convertido en la canción del viaje, al menos por el momento.

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