Porompompero

¡Por fin! Ya está aquí el relato de nuestro primer viaje-aventura, destino Toronto [o Torono, como dicen ellos]. Sí, el título es muy obvio, pero ¿qué queréis? ¡Viene que ni pintao! Seguid leyendo y veréis como sí. 

Bueno, pues como ya he comentado un par de veces por aquí, queríamos ir a Toronto. Lo intentamos la primera semana [somos rápidos], pero no pudo ser. Así que lo dejamos para más adelante. Aunque tampoco tardamos mucho. Un día recibí un mensaje que decía más o menos “Hotel por 20 dólares en Toronto. Confirma y reservamos”. Ya estaba hecho. Pensat i fet

Alquilamos un coche en Hornell y tuvimos la buena suerte de que al recogerlo no quedaban del modelo que habíamos elegido, así que nos dieron uno mucho mejor. Le pedimos a Susan las cartas para que nos dejaran volver a entrar al país y ¡a la aventura! 

Deposito lleno, maletas en el maletero (valga la redundancia), agua y todo tipo de picoteo a mano, trayectoria indicada por Google Maps imprimida... Todo listo para nuestro viaje. 

Empezamos bien, todo lo bien que las carreteras americanas y su señalización te dejan. [Si te encuentras más de una señal en 50 millas: milagro.] Nos desviamos un poco de la ruta y, por lo tanto, nos retrasamos un poco, pero llegamos a Buffalo (punto de referencia, vamos bien). 

Pasamos por parte de los suburbios, llegamos a la parte “bonita” y salimos de la ciudad. Próxima parada: la frontera. Los policías canadienses no son tan tiquismiquis como los estadounidenses, aunque de las preguntas no te libra nadie. Cuño al pasaporte y ¡a beber alcohoooool! Vale, no fue así, pero saber que lo puedes hacer sin correr peligro de ir a la cárcel, es un alivio. 

Tras un par de horitas más de carretera, llegamos a Toronto. Bien. Ahora solo teníamos que encontrar el hotel baratito que habíamos reservado. Nos costó un poco, pero dimos con él. Venga, a dejar las maletas y a recorrernos la ciudad, que estamos cerca del centro. Esperad, ¿de quién estamos hablando? De nosotros, ¿no? Pues entonces la cosa no puede ir tan bien a la primera.

Así que mejor si cuando llegamos al “hotel” nos encontramos con los dueños (asiáticos) que estaban teniendo jaleo con dos chicas (que acabaron yéndose); otros dos chicos sentados esperando no sé qué; y el señor asiático diciéndonos que no tienen habitación para cuatro ahí, pero que nos llevaba a otro sitio y al día siguiente nos traía, que él nos hacía de taxista. Ah, y como el señor era majo, nos daba otra posibilidad, si preferíamos quedarnos ahí, uno podía dormir en el suelo. Nada. No nos convenció tanto lujo. Le pedimos el dinero de la fianza y nos pusimos a buscar hoteles. 

En ese momento descubrí que lo que pasa en las películas, eso de que llega alguien a una ciudad y encuentra hotel enseguida, es mentira cochina. Nos recorrimos [venga, todos a una] Torontontooon Toronto Torontontero-tero Toronto-Torontoentero-tero Toronton Torontontoooon en búsqueda de un sitio para dormir, pero no había manera. 

¿Sabéis cuál es la calle más larga del mundo (literalmente, no es una exageración)? Yonge Street. ¿Y sabéis dónde está? Sí, en Toronto. Bueno, pues esa no, pero Dundas Street, que seguro que es la segunda calle más larga del mundo, nos la recorrimos de punta a punta. Nada, no había manera; o los hoteles estaban ocultos o no había plazas o eran demasiado caros para nosotros. Aunque no os creáis, que llegamos a considerar la posibilidad de hospedarnos en el Palace. Total...

Entonces recurrimos a Xavi, el novio de Bea, que nos salvó de dormir en el coche. A horas intempestivas en España (algo así como las 3 de la mañana) nos reservó un hotel [ya os podéis imaginar que de barato nada] y pa él que nos fuimos. 

Teníamos planeado llegar al hotel a las 4 de la tarde y ver algo de la ciudad. Llegamos a las 9. ¡Pero que no decaiga la cosa! Íbamos a estar solo un par de días, así que teníamos que aprovechar. 

Dejamos las maletas y a la calle. Encontramos un sitio para cenar que no estaba mal. Luego nos fuimos en búsqueda de la zona de marcha. Localizamos un pub que estaba bastante bien y ahí nos quedamos. Jugamos un par de partidas al billar, acompañadas con una pitcher/cubata. Dos canadienses se apuntaron al juego. Nos ganaron. Estábamos cansados, así que decidimos volver al hotel. Al día siguiente, más. 

Nos levantamos pronto para ir al desayuno y llenar las mochilas. Nos esperaba un día largo. Estábamos preparando las cosas para irnos a ver Toronto, cuando llegó Mario con una buenísima noticia: una noche más en el hotel valía 135 dólares (canadienses) por persona. ¡Venga, hasta luego! Buscamos otro hotel en Internet y reservamos. Cargamos las maletas en el coche y nos fuimos a buscarlo. 

Resultó estar en la otra punta de la ciudad. Yo creo que llegamos a Montreal y no nos dimos cuenta. Nos costó unas dos horas encontrarlo. Cuando llegamos, serían las 12, nos dijeron que hasta las 3 de la tarde no podíamos hacer el check in. Bien, media mañana perdida. Pues nada, vuelta a Toronto. Nos fuimos hacia la Torre CN, aparcamos el coche no muy lejos, compramos los tickets y a comer en un restaurante cercano.

Después de reposar la comida un poco, subimos a la Torre. Sí, desde ella se ve [venga, otra vez todos juntos] Torontontooon Toronto Torontontero-tero Toronto Torontoentero-tero Toronton Torontontoooon. 

Primero subimos al “primer” piso. Desde ahí pasamos al glass floor (da mucha impresión), y luego al último piso, a nada más y nada menos que 447 metros del suelo. Cuando bajamos, nos dimos un paseo hasta el Eaton Center (un centro comercial enorme). 

Aún no sabemos por qué, pero no hacíamos más que ver a gente disfrazada por la calle. Lástima que cerraban a las 7 [a las 7...un sábado ¿hola?], no nos dio tiempo a comprar mucho. Cuando salimos nos llevamos una sorpresita. Ese finde era el Live Green Toronto Festival y había calles llenas de puestecitos. Además, en la Dundas Square había un escenario montado con música en directo. Ni aposta acertamos. 

Como estábamos derrochadores, nos fuimos a cenar a un restaurante con una terraza con vista a la plaza (y al escenario). No fue tan caro como creíamos y las pizzas estaban muy buenas. Los camareros tenían frases graciosas en las camisetas tipo: "What happens in Vegas is posted on Facebook". 

La verdad es que mereció la pena. Vimos como se hacía de noche y como las luces de la plaza volvían a traer la luz. Además, a lo lejos se veía la Torre CN, que estaba iluminada y cambiaba de color de vez en cuando. 

De vuelta al coche nos encontramos con más espectáculos callejeros. Era el fin de semana para salir a la calle. Vimos unos cuantos y nos fuimos al coche. Eso sí, hicimos una parada obligatoria para hacernos unas cuantas fotos con la Torre iluminada de fondo. Llegamos al hotel y nos registramos sin problemas. ¡Menudas habitaciones! Descansamos bien descansados esa noche, y al día siguiente, después de desayunar, rumbo a las Cataratas del Niágara.

De lejos ya se veía la nube de vapor. Aparcamos y a pasearnos por el borde del río. Increíble. No sé de dónde puede salir tanta agua. De camino al barquito nos duchamos un poco. No nos vino nada mal, porque hacía un calooor. El viaje en el barquito valió la pena. Nos llevó casi debajo de las cataratas.

Después de eso, fuimos a buscar un sitio para comer. ¿Sabíais que en Niagara hay una calle en plan Hollywood total? Con su Hard Rock Café, su museo de cera, su tienda Harley Davison, sus atracciones... Una pasada. 

Al final acabamos comiendo en un Subway, era de lo más barato que encontramos. Nos dimos un paseito y al coche, que aún nos quedaba camino para llegar a casa. 

Llegamos a la frontera y pasó lo que tenía que pasar, como buenos españoles. Nos pidieron los pasaportes. Nos hincharon a preguntas y como nos vieron cara de tontos, nos hicieron darles las llaves del coche a los agentes. Nos hicieron bajarnos y nos llevaron a inmigración. Nosotros, sin saber qué estaba pasando nos sentamos y a esperar. 

Después de un rato nos llamaron. Resulta que Juanan tiene un nombre muy común y hay muchos delincuentes buscados que se llaman "igual". No pasó nada. Nos devolvieron las llaves y nos dejaron irnos. [Estos americanos...].

Llegamos a casa ya de noche. Dejamos los trastos, descansamos un poco y fuimos a ver los try out de las cheerleaders, que supuestamente eran a las 11 de la noche... pero no, fueron por la mañana, así que nos quedamos con las ganas.

La siguiente aventura será la del viaje a Chicago, así que... ¡presta atención a las actualizaciones!

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