A Wrong Day's Journey Into Right

Nuestra aventura en Nueva York tenía fin, pero con su final empezaba otra. Esta vez el escenario era Alfred. En unos días hará ya un mes que estamos por aquí y lo cierto es que hasta alcanzar la rutina y acostumbrarnos a “esto”, nos “han pasado” bastantes cosas. 

Para venir a este pueblecillo, cogimos el bus en Port Authority Bus Terminal, (relativamente cerca de Times Square). Quisimos ahorrarnos unos dólares y coger el metro en vez de un taxi, y casi la liamos parda. Una cosa es recorrerte Nueva York sin prisa (y sin peso) y contemplando todo aquello que te encuentras; y otra muy distinta es ir cargados con las maletas calle p'arriba avenida p'abajo

Si el bus salía a las 10:15 de la mañana, nosotros llegamos a la puerta a las 10:05. Menos mal que cuando compramos los billetes fuimos a localizar la puerta desde la que salía, que si no ya nos veía yo dando vueltas por la estación, que no es pequeña. Vamos, que fue llegar, colocar las maletas (en el poco sitio que quedaba ya) subir y salir el bus. Con las prisas, no habíamos desayunado nada. ¿Que había algo decente para comer en las dos paradas que hicimos? Pues no. Aquí, por extraño que parezca, tienen el sentido de “hacer dinero” mal desarrollado. Como resultado nos tiramos hasta casi las 7 de la tarde sin comer nada (unas papas y unas oreo, si me apuras). 

Habíamos empezado mal el día, por lo que, por lógica, tenía que ir a mejor ¿no? Pues no. En la segunda y última parada que hizo el bus, nosotros ignorantes de la vida, bajamos a estirar las piernas y volvimos a subir. El conductor nos pidió el billete y se quedó con una parte. Nos sentamos y al momento el conductor se nos acercó: “os habéis equivocado de autobús y vais a perder el que va a Alfred”. What?

Nos bajamos deprisa y corriendo, cogimos las maletas y buscamos nuestro bus. Después de explicarle al conductor lo que nos había pasado, me dejó subir, luego a Juanan. Pasan los minutos y Mario y Bea siguen bajo. Resulta que el otro conductor le había devuelto a Mario la parte del billete que no era y no le dejaban subir. Al final, y tras mucho insistir le dejaron continuar el viaje con nosotros. El resto del viaje lo pasamos durmiendo, escuchando música, conectados a Internet (sí, había wifi en el autobús)... de todo menos comiendo [¬¬].

Pasadas las cinco y media de la tarde y después de que el conductor parara en un  puesto en mitad de la nada a comprar panochas (sí, sí, tal cual), llegamos a Alfred. Allí, nos esperaban la tantas veces emaileada Susan, Kerry, profesora de español, y Mariluz, una venezolana profesora adjunta de español que se acercó a conocernos. 

Susan nos dejó en nuestras respectivas residencias: a Bea y a mí en Pine Hill Suites, y a Mario y Juanan en la International House, en la que este año hay franceses, coreanos, chinos y estadounidenses (no preguntéis por qué) y creo que no me dejo a nadie. 

A continuación, y como no queríamos morir desnutridos, nos fuimos en busca de comida. Nos decidimos por una pizzería que no tenía mala pinta: Fox's Den Pizza (tampoco es que haya mucho dónde elegir). La elección fue acertada. A las pizzas que llevan piña, les echan bien de piña; a las que llevan bacon, les echan bien de bacon... no como en Telepizza, que les echan cuatro cachos y yau

Después de cenar y de charrar un rato, a casa, que el día había sido largo. En mi apartamento, con capacidad para 5-6 personas, solo estábamos una chica (que es la Residence Assistant del edificio; vamos, a la que hay que acudir si pasa algo) y yo. Luego llegarían el resto. 

Al entrar de nuevo en la habitación y fijarte bien en ella ¡Sorpresa! No había ni sábanas, ni mantas, ni almohada. Bien, a dormir a gusto la primera noche. Apaño momentáneo: las chaquetas de invierno como almohadas y la toalla como manta. 

Al día siguiente empezó la orientación para los internacionales. De 8 a 10 de la mañana, desayuno gratis y presentaciones. Luego ruta por el pueblo para tener los lugares más importantes localizados. 

A continuación a comer gratis [sí solo nos preocupa que sea gratis...hay que ahorrar como sea]. Después nos hicimos el ID de la universidad. Más tarde intentamos ir de compras a Hornell, pero no llegamos a tiempo para coger el bus. Por la tarde/noche montaron las típicas paraetas de algunos de los clubs que hay por aquí. La verdad es que les hicimos poco caso. Yo me acerqué a preguntar al Martial Arts Club, por curiosidad. Y me dijeron que podía ir a las clases que quisiera al nivel que me apeteciera. Es una pena que esté “lejos” de aquí.

El martes empezó con desayuno gratis otra vez. Después nos dieron una minicharla informativa sobre el visado y esas cosas y a comer. Esa noche, Vicky Westacott (digamos que es la que controla el departamento de la facultad de Liberal Arts & Sciences) invitó a todos los internacionales (mínimo 20) a cenar a su casa [¡comida gratis! XD]. ¡Qué maja! 

El día siguiente y el resto hasta el domingo los teníamos libres. Empezaba entonces la orientación para los estudiantes nuevos. Esos días los pasamos intentando colarnos en alguna comida para los nuevos (de hecho lo conseguimos en dos ocasiones: un desayuno y una barbacoa), yendo a comprar, conociendo un poco mejor la ciudad, haciendo algunos papeleos que estaban pendientes... 

Mi apartamento pasó de estar “solitario” a llenarse. Vino mi compañera de habitación y otras dos chicas en la habitación de al lado. Intentamos irnos a Toronto, pero eramos demasiadas personas y fue demasiado precipitado, por lo que no pudo ser [más tarde sí que lo fue]. 

Para compensarlo, en nuestro último finde antes de empezar las clases hicimos una International Party en el apartamento de Mario y Juanan (dejaron la International House a los pocos días; el apartamento les salía por más de la mitad de precio). Entonces es cuando le digo yo “¡JA!” a la ley que prohíbe beber alcohol a los menores de 21 años.
Y así, más o menos, fue nuestra primera semana en Alfred. Empezó fuerte, pero poco a poco nos fuimos adaptando. Ahora ya es como nuestra segunda casa.

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